Pocas sagas despiertan tantas pasiones como Final Fantasy, especialmente en un momento tan delicado para la franquicia. La otrora reina de los juegos de rol japoneses tocó fondo la pasada generación de consolas. Como suele ocurrir en circunstancias similares, no fue un error aislado, sino una concatenación de despropósitos: en primer lugar, el planteamiento de Final Fantasy XIII no satisfizo a la gran masa de seguidores; sus secuelas sí que arreglaron algunos de los desatinos jugables, pero no consiguieron borrar el mal sabor de boca que dejó la primera aventura protagonizada por Lightning. En segundo lugar, la versión primigenia de Final Fantasy XIV fue un desastre absoluto; tuvieron que cambiar de director y desarrollar una versión nueva prácticamente desde cero. Por último, y en una posición no menos grave, tenemos el caso de Final Fantasy Versus XIII. El juego fue anunciado durante el E3 2006 en exclusiva para PlayStation 3, pero los problemas en el desarrollo lo hicieron desaparecer de todos los eventos hasta su rescate en 2011 (cambio de título incluido).
Final Fantasy XV nació en un ambiente turbulento para las desarrolladoras japonesas. La batuta de Tetsuya Nomura, director del proyecto original, se movió torcida durante demasiado tiempo. Tanto fue así que Square Enix decidió sustituirlo por Hajime Tabata. Ahora, ya en 2016, parece que el proyecto ha vuelto a flote. ¿Qué queda de aquel Final Fantasy Versus XIII? Retazos de los personajes, del argumento, de su universo, de la música y un poquito del sistema de combate. Por lo demás, el juego ha sido rehecho casi desde el principio.
Debido a todo lo acontecido estos últimos años, la división japonesa de Square Enix se juega mucho. El éxito o el fracaso de Final Fantasy XV van a dictaminar el futuro de la saga. El reto es conseguir que un título ideado originalmente como spin off pueda erigirse como salvador de una franquicia herida. En el epicentro están los aficionados, muchos de los cuales llevan jugándolos durante más de veinte años. Hasta la fecha, todos los capítulos principales habían respetado unas características concretas, pero a partir de la décima entrega, la férrea estructura comenzó a desgajarse y a presentar variantes: mundos lineales o más abiertos; sistemas orientados a la acción, pero sin desvincularse totalmente de los turnos; estética cada vez más realista, etc. Con Final Fantasy XV se pone fin a la tradición de los turnos y se sustituye por un sistema de batalla en tiempo real. Además, por primera vez, el mundo se abre hasta adquirir tintes sandbox. Una apuesta muy arriesgada teniendo en cuenta que la comunidad más tradicional es reacia a los cambios drásticos.
Pero los cambios no son negativos per se. Es más, son necesarios para la evolución. Después de una etapa particularmente inestable, la renovación y la búsqueda de nuevas ideas se convierten en una tarea crucial. Se abren varios caminos: volver a las raíces, romper con todo, o hacer algo intermedio. Yo creo que la nueva producción de la compañía nipona ha tomado la tercera vía. La esencia, esa esencia que muchos habíamos creído perdida para siempre, se percibe en este nuevo videojuego. Es complicado plasmar por escrito una sensación tan abstracta, porque es posible que no todo el mundo la sienta igual. Sin embargo, pienso que los turnos nunca han sido verdaderamente el núcleo que define lo que es o no es un Final Fantasy. No olvidemos que hay muchos juegos de rol japoneses que comparten el mismo sistema, pero que en ningún caso se confunden con la saga de Square Enix. Esto quiere decir que hay algo más; quizá una combinación de elementos, una forma de contar la historia, unos personajes, una banda sonora…un algo nebuloso difícil de precisar que, no obstante, existe. Otros títulos como Final Fantasy X también rompieron en su día con la tradición (barco volador) y nunca se ha cuestionado su pertenencia a la franquicia.
Por otra parte, considero que hay un problema de base al considerar que los turnos son un sistema arcaico. La decisión de Square Enix de prescindir de ellos no se debe a una cuestión meramente artística, sino más bien a razones comerciales. Esta hipótesis la refuerza el remake de Final Fantasy VII, que también abandona su sistema clásico. Es obvio que muchos de los jugadores de hoy en día prefieren la inmediatez en detrimento de la visión más pausada y estratégica de antaño. No obstante, es pronto para afirmar que el combate de Final Fantasy XV carezca de la profundidad necesaria. Es uno de los aspectos que tendrán que valorarse cuando salga a la venta este año.
La renovación que supone este nuevo capítulo me parece positiva, al menos sobre el papel. El equipo dirigido por Hajime Tabata ha mantenido ciertas bases, una trabazón palpable, pero a su vez, le ha dado un nuevo color a la epidermis. Está por ver si dichos cambios terminan por encajar dentro de la estructura jugable. Probablemente el sistema de batalla funcione perfectamente, pero el problema habitual de muchos juegos de “mundo abierto” es que se dispersan con facilidad: demasiadas misiones superfluas y repetitivas, sólo por el hecho de alargar artificialmente la duración del producto. Si consiguen crear misiones secundarias atractivas (al estilo The Witcher III) que complementen bien la historia principal, será sin duda un buen punto a favor de este Final Fantasy XV. Mientras tanto, seguimos a la espera de que se anuncie la fecha de lanzamiento. Será el próximo mes de marzo.
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